jueves, noviembre 07, 2013

Extrañamiento



¿Por qué te quedas ahí plantada y me miras de esa manera? Es verdad, ayer me enfadé con ella ¿fui demasiado severo?  Desde que te fuiste  todo se ha vuelto difícil para mi; las comidas, el orden de la casa, el vacío en la cama, pero sobre todo ella, nuestra pequeña Carolina. Sus ojos cada vez más grandes, más inquisidores. su silencio. Cuando llora la abrazo, siento que mis manazas se hunden en su carne tibia, me parece que la hiero más que la consuelo. Cuando la reprendo me duele cada palabra que digo como una bofetada. Ayer vino enfadada del colegio ¿Qué le había pasado?  Cuando se enoja, llega a casa, no habla, tira la cartera, da portazos y la emprende con las muñecas.  Ellas son sus verdaderas confidentes. Si la pregunto ¿Estás bien? ¿necesitas algo? Me responde, ¡Lárgate, dejarme en paz! ¿Tú que sabrás? y se encierra. Eso se lo tolero, pero ayer...
¿Qué hora será? ¿las tres? ¿las cuatro? ¿desde cuando estás ahí?  Me ha parecido verte antes, cada vez que giraba el cuerpo para cambiar de pesadilla. Por las noches  soy un naufrago a la deriva, braceo por la inmensidad de este colchón de casi dos metros,, engullido por olas de sábanas que se enredan en mis piernas como algas,  la boca se me llena de nostalgias y sueño sin rumbo fijo, porque  sin ti no hay isla donde reposar.
Me miras desde una esquina, quieta inmóvil, ¿te has puesto el abrigo que te regalé por tu cumpleaños?  ¡Ven!  te digo. Pero no vienes. Permaneces como una estatua en el rincón de la habitación. ¡Ven!  me parece que el pelo se ha vuelto blanco y cae largo por los hombros, dicen que nunca deja de crecer, será por eso, porque  tú lo llevabas  corto como a mi me gustaba para verte la nuca.  Me volvía loco ver tu cuello desnudo, sudoroso cuando cocinabas, No me importa, te lo recogeré en un moño, o te haré una trenza ¡Ven! Pareces mas pequeña te sobra ropa por todas partes ¡Te quedaste tan delgada! ¿te extrañas de que llore? Lloro todas las noches, también en sueños.
Si tu no vienes tendré que levantarme para traerte yo, en brazos como en los últimos días, eras tan ligera que parecías un pollito desplumado, solo aire dentro de los huesos. ¿Fue por eso por lo que volaste sin casi darnos cuenta? Una tarde de primavera mientras yo dormitaba en un sillón cerca de tu cama.
Hay algo que me impide moverme, ¿miedo a que me rechaces? ¿a qué te esfumes antes siquiera de posar mis manos en tu cuerpo?  Me he vuelto temeroso ¿Lo hago bien con Carolina?  A veces la encuentro extraña, ajena a mi, nos falta a los dos una pieza para completar el puzzle. Intento ser ambos, pero sin ti,  yo no soy yo y tú eres insustituible. Tampoco nuestra hija es ya la que era antes. No me mires así, tengo que ponerla limites. Tirar la comida al suelo, romper el plato y gritarme. Eso no, eso no se lo acepto.  También ella  echa en falta que  la consueles y la expliques con dulzura como tiene que comportarse.
Empieza a clarear, la luz va envolviendo los objetos del dormitorio, quiero verte los ojos, los labios, la nariz, quizá demasiado larga, la frente y tus orejas pero cuando miro el rincón en el que has pasado la vigilia solo veo mi camisa mal tirada con las mangas colgando sobre la chaqueta negra que reposa en el respaldo de la silla y abajo mis zapatos demasiado grandes para tus pies pequeños.




Imagen: fragmento de una fotografia de Carla Van de Puttelaar

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querida Fortunata:

Un abrazo desde los confines de la Tierra.

Mentecato