jueves, mayo 24, 2007

La mujer bisagra, era bisagra de puerta giratoria, de esas que dan vueltas y vueltas y nunca paran. Se llamaba María. María Dolores, María Esparanza, María Socorro, María Amparo, María Inmaculada, María Angustias, María Asunción ….

Se levantaba con su cuerpo artrítico a atender las necesidades de los hombres de la casa, esa casa matriarcal que ella regentaba, Ellos tenían que salir a trabajar a la fabrica de piensos en diferentes turnos. La había tocado ser mujer de mucho hombre y lo aceptaba; Aceptaba que le dolieran las manos después de fregar cacharros, pelar verduras, de remendar ropa, de lavar monos, de planchar camisas. Aceptaba sus piernas cansadas de trajinar por la casa. Aceptaba cumplir con su marido una vez en semana. Aceptaba que las nueras trabajaran fuera de la casa y ser ella quien cuidara a los nietos. Sus dolores eran, sólo eso, punzadas que se clavan como si mil agujas la traspasaran por dentro. A estas alturas se había convertido, como su nombre, en parte de ella misma.

Que bonito ser madre. Siempre había soñado con tener familia numerosa, ella que había sido hija única, mimada hasta la saciedad. Quería ser madre de familia numerosa y lo era. Procreaba cada año una bella muchacha. Todas distinta pero ninguna era lo que su marido y ella misma esperaban un varón. Un muchachito con sus dos cojoncitos y su pene bien plantado. Ya iban por el numero doce, quizá el trece fuera por fin el de la suerte……. Su vientre se había vuelto flácido, sus piernas estaban surcadas por gruesas varices como si fueran sogas de marinero, un circulo negro enmarcaba sus ojos, su dulzura se había evaporado de tanto limpiar culos, sonar mocos y vigilar la fiebre. No se quejaba, su marido también trabajaba como un negro. Quizá éste que presionaba su tripa, que se clavaba en sus costillas, que la hacia vomitar un día y otro día, quizá éste fuera el que colmará su esperanza …..

No sabía bien lo que los demás veían en ella, para que siempre sonara el teléfono o llamaran a la puerta de su casa, cuando no era su vecina que necesitaba que la resolviera algún problema era su cuñada anegada en lagrimas. Los niños se refugiaban en sus faldas para que les librara de otro que quería aprovecharse de ellos. Para su madre era la única hija en la que se podía confiar. Todas sus tías valoraban su juicio para tomar decisiones. Su marido abandonaba en ella cualquier ocupación que no fuera traer el sueldo a casa, hasta sus propios hijos le pedían que se sentara con ellos a hacer las tareas. Nunca le quedaba tiempo para pensar en ella, apoyaba la cabeza y dormía como un lirón las seis horas necesarias.

Su marido era camionero la había dejado embarazada siendo aun una niña. Tuvo ese hijo, el segundo ella fue a abortarlo y se ligo las trompas. Un hijo es fácil pedir que te lo cuiden para protegerle de la bestia de su padre, no es lo mismo que varios. No duro mucho la época de enamoramiento, durante todo el embarazo se lo paso despreciándola, después que nació el niño la violencia fue en aumento y las exigencias mayores. Si se negaba la insultaba sin descanso, y se vengaba humillando al muchacho, Los viajes que realizaba eran largos, para ella esos periodos la servían para recuperarse un poco y temer de nuevo el encuentro. Todo el mundo admiraba su fortaleza lo que la impedía confesar su debilidad ante las exigencias de él y lo mantenía todo en secreto. Nunca sabia con quien podría haber estado él en los periodos de ausencia. El miedo al SIDA se había hecho una constante. Cuando la nombraban sentía el eco de su corazón en esa llamada.

Hay personas que nacen vírgenes y mueren vírgenes no importa cuantos años vivan ni que circunstancias les rodeen. Las cosas pasan por encima o de cerca sin tocarles. No son felices pero tampoco conocen un dolor insoportable. El que no conoce el amor no puede añorarlo. Rodeada de hermanos pasó desapercibida. Neutra en la escuela tampoco hubo grandes esperanzas para ella. Sublimó el amor por una religión de rosarios y misas tempraneras, un trabajo rutinario en una fabrica de tornillos y un voluntariado con niños deficientes. Salía con amigas como ella que reían de pequeñas cosas y se mareaban con la primera cerveza. Se acostaba satisfecha con su camisón de franela y su bolsa de agua caliente, ya en la cama le gustaba ver telenovelas.

Desde su más tierna infancia recordaba el miedo, la ansiedad que produce aventurarse a realizar algo nuevo. Y su tierna infancia era muy tierna, le costo abandonar el pecho de su madre, dejar de succionar la tibia leche y la calidez de su abrazo por la fría cuchara . A partir de ese momento lo recuerda con exactitud ya nada fue seguro, comer, caminar, hablar. Fue niña tímida en el colegio y apenas aprendió nada. Le costo encontrar un marido apocado como ella con el que nunca hablaba. Tan solo tuvo un hijo y después de mucho tiempo. Se movía en una vida rutinaria con horarios precisos de gestos repetidos, no tenía casi conocidos, intercambiaba pocas palabras. Siempre vivió en el mismo barrio, en la casa de sus padres. Su vida transcurría siempre a la luz del día. Aun asi cada día nuevo la sumía en estado de zozobra.


La mujer bisagra daba vueltas y vueltas, día tras día, a las distintas facetas de su vida sabia que hay un eje quieto en el centro para que todo pueda seguir girando y ella lo buscaba en el silencio. Un instante frágil y evasivo en el que por fin pudiera transmutar lo denso en lo sutil y quizá ascender también ella a los cielos.





3 comentarios:

mentecato dijo...

¡Qué magnífico texto de la vida tan multitudinaria, tan común, tan llena de adoquines, nubes, aguas, sangre, quebrantos, ansiedades, huesos, horas, sillones con gatos durmiendo, besos tras las puertas, jugando a la rayuela, distancias, quejidos...

¡Ay! Vida tan de látigos a veces.

Tan amada...

¿A dónde vas con pies de torbellino que nos pones viejos de súbito?

Margot dijo...

Joder! Fortu, vale ya!! (nooo, sigue, sigue...)

La mujer bisagra, tantas y tantas... los dolores corporales, y los de la mente... serían los chirridos por la falta de grasa que lo hiciera todo más suave?

Algún día ser mujer picaporte? ahí andamos, poco a poco...

Un besazo de los gordos, ea!

Meigo, aprendiz de Druida dijo...

Precioso texto, duro pero eal. Asi hay muchas mujeres, y algunos hombres, auqnue pueda parecer raro, pero los hay.
Demasiada infelicidad para dos o tres segundos de ternura. Un precio muy alto.
Besos y rosas