lunes, septiembre 07, 2009

DESPERTAR

Despierta la mañana en este orden. El portón del garaje que se abre, chirrían los engranajes. Un motor arranca, el suave deslizarse de las ruedas por el pavimento, El rugido del autobús que pasa sin detenerse en la parada. Unas pisadas de mujer, se sabe por el claqueteo de los tacones sobre la acera.
Se apagan las imágenes del sueño , que hasta hace unos segundos te parecían tan reales como este instante, quisieras atraparlas, recordar lo que has vivido esta noche, pero se escapan por algún lugar oculto de la mente, quizá vuelvan otra noche, y pienses aquí ya he estado, pero ahora se van. La luz del día se cuela entre las pestañas, una luz difusa, lechosa, sin la fuerza de los rayos del sol ocultos tras el horizonte. Pero, los ojos no, no quieres que se abran.
El aire fresco de la madrugada se filtra por el cuchillo abierto de la ventana, ¿Se acaba el verano? Huele a hojas secas, a polvo. La piel del cuerpo desnudo se eriza, buscas a tientas la sábana para protegerle. Protegerle de un nuevo día ardiente, o mejor, saboreas ese escalofrío que rompe con las noches pesadas, abrasadoras en las que ni una brizna de aire soplaba. Ahora sí, te tapas, te envuelves, el olor de tu cuerpo a jabón de lavanda y sudor, tu sudor, que reconoces como algo de ti. El olor de tu aliento te retro alimenta como si tu misma te insuflaras vida.
Piensas en el café, en su aroma penetrante, en el liquido hirviente en la boca hasta casi quemarte la lengua y el regusto amargo en el fondo del paladar. Surge el deseo. El deseo, no de café, de vivir. Un deseo que moviliza las extremidades, que arroja la sabana al suelo, que agita la sangre. Te calzas unas zapatillas, te cubres con una bata y te diriges a la cocina.
Empiezan los ritos, llenar la cafetera de agua, echar café en la cazoleta, cerrarla, apretar el botón verde. En la taza caen primero unas gotas, luego un chorro hasta que poco a poco se acaba el agua.
Reconoces, en ese café que saboreas, el sí a un nuevo día, a saborear lo que te traiga en cada nuevo buche que te metes en la boca. Le sientes penetrar por las venas y te entregas a la vida que comienza lentamente, luego se apresuraran las horas hasta que lentamente se apaguen y venza el sueño y un poquito la muerte.

Imagen:

2 comentarios:

Rodolfo N dijo...

Preciosa y real semblanza de un amanecer cualquiera desde la brisa mañañera al perfume de un café en ciernes...
Mu bello

Besos

Anónimo dijo...

Muy hermoso, concuerdo, este sí a la vida.
Un abrazo
D.