miércoles, agosto 11, 2010


EL TIGRE DE CHAMBERÍ

Aquellos días había venido a casa a vivir con nosotros Charito, un mozuela de catorce años, sobrina de la Nati una de las muchachas que trabajaban en casa. Charito era todavía una niña cuando llegó, tenía el pelo rizado y era flaca. Una de sus tareas era llevarme todas las tardes al centro de fisioterapia al que llamábamos gimnasio
!Libres, por fin!
Íbamos en metro. El gimnasio estaba en el semisótano, tenia varias salas, una de espera para los acompañantes, luego una grande donde estaban tres camillas , las espalderas, las escaleras y las paralelas, al fondo de un pasillo largo, a la izquierda, estaba la sala de los fomentos con una pileta y un hornillo donde se calentaba el agua. A la derecha en la otra sala había una pequeña piscina de agua caliente en la que nos sumergían para calentar los músculos que luego estirarían.
Para mi, que pasaba el día encerrada en casa, esta salida era una fiesta,veía el sol, sentía el aire, estaba en contacto con la gente, y charlaba con mis amiguitos. Las enfermeras nos trataban con cariño, los padres, a veces, nos compraban caramelos, horchata o churros. Me encantaba el rato que pasaba en la piscina jugando con mi amiga Mati; a zambullirme, a abrir los ojos y besarnos en las profundidades y a ver quien resistía mas tiempo con la cabeza bajo el agua. En realidad disfrutaba con todo, subiendo y bajando los peldaños, aprendiendo a coordinar los movimientos de la marcha en las paralelas y hasta el rato que pasaba en la camilla haciendo ejercicios para fortalecer los músculos o los estiramientos me gustaban.
Pasábamos allí un par de horas, cuando salíamos ya estaba anocheciendo, volvíamos caminando, dejábamos atrás el hospital de la Milagrosa, mirábamos las carteleras del cine Amaya, nos deteniamos en la vitrina de los dulces donde tenían huevos fritos, platos de jamón, paellas…. todos hechos con azúcar de colores. Un poco antes de llegar a la casa estaba el tigre de Chamberí.
En una esquina había un zaguán vacío con una cancela, un espacio reducido e inexplicable en mitad de la calle. Alguien alguna vez debió contarme que allí vivía el tigre de Chamberi . Yo me aferraba a la verja e imaginaba al tigre dando vueltas y vueltas en el cuchitril, le acariciaba una y otra vez. Nos mirábamos a los ojos, sus ojos que no eran otros que mis propios ojos, su rugidos que tanto se asemejaban a los míos, su furia, su impotencia, su tristeza que también eran las mías cuando llegara a casa y diera vueltas y más vueltas en el cuarto de juegos esperando entre rabiosa y resignada que llegara el momento de ir al gimnasio.
- !Anda, vamos a la casa! decía Charito con una voz que resumía nuestra pesadumbre.

Imagen: Delacroix

3 comentarios:

mentecato dijo...

Un texto que es un encanto, querida Fortunata.

Anónimo dijo...

Muy poético, encantador, revela la profundidad de tu alma, tus desgarros, alegrías, recuerdos tan intensos. Me gustó mucho.
D.

Anita Dinamita dijo...

Qué bonito recuerdo! además de disfrutarlo entonces vuelve ahora para deleite de los demás.
Abrazos atigrados