viernes, septiembre 07, 2012


LA MUGRE

El portal estaba abierto, fue fácil entrar, subir las escaleras y llamar a la puerta. Pusieron caras candorosas, mostraron una juventud indefensa, una falsa fragilidad, y enseñaron sus tarjetas ¡Salvad a los niños desnutridos! con la foto de un bebe con rasgos indígenas y unos ojos inmensamente negros que te miraban pidiendo  ayuda.
—Pasad  —dijiste.
Y vaya si pasaron. Pasaron hasta dentro, se sentaron en el sofá y pidieron. 
—Un café señora ¿no tendría?
Sacaste café y pastas. No dejaron ni migajas para los pájaros. 
—¿Vive sola? —dijeron.
—Con mis gatos y mi perro. 
El gato ronroneó, la gata se revolcó tres veces por el suelo dio un salto y se acurrucó en el brazo del sillón donde tu estabas. El perro movió el rabo. 
Todos mansos, debieron de pensar por que se arrellanaron aun mas en el sofá y recorrieron con ojos codiciosos cada objeto del salón. 
Ella abrió su carpeta y con una voz dulce e ingenua te empezó a hacer preguntas, 
—¿Tiene hijos? ¿A que se dedica? ¿Ha visitado África, América? ¿Qué piensa de la situación de pobreza en que viven los niños del tercer mundo? ¿Está ya jubilada? ¿Cuidaba niños? ¿...?
Y tú, ingenua, fuiste contando tu pasado, tus más íntimos deseos. Hablaste de tus hijos que vivían, ahora, en otro continente, de los tiempos del franquismo, de estos tiempos, lo mezclaste todo. Y ellos vieron.
—¿Señora podría utilizar su baño? —dijo él.
Y le indicaste el camino. Y se adentró, vaya si se adentró, hasta el fondo del pasillo. Inspeccionó todas las habitaciones, valoró cada objeto, todas tus pertenencias. Mientras, ella te envolvía en tus recuerdos. ¡Hacia tanto que no hablabas!, quitando el! Buenos días! cuando compras el pan, y vas a la tienda a por las cuatro cosas que ahora necesitas. ¿Cuanto tiempo estuvo allí dentro? El tiempo tiene otra medida cuando uno se hace viejo. Aun así dijiste 
—Parece que tarda, voy a ver que le pasa. 
Pero él ya venia por el pasillo silbando.
—Habéis terminado ya la entrevista —dijo despreocupadamente.
—Casi. ¿Entonces señora puede colaborar en algo? —susurró ella melosa.
Abriste el monedero y sacaste 30€, esta semana tendrás que reducir la compra, pero tú ya eres anciana y los niños son el futuro de la tierra.
Se fueron, recogiste las tazas sucias, el plato vacío y el mantelito bordado por ti años atrás. Mientras lo hacías aun estaban en tu retina las imágenes de los  tiempos evocados, por eso tardaste en ver que él había entrado en tu cuarto, había abierto los cajones. Se había llevado las joyas y todos tus recuerdos.  ¿Todos? Todos menos uno, que vino como un relámpago a tu mente. 
Tu abuela diciéndole a tu madre: 
“Hija mía a ver si aprendes. Por la lastima entra la mugre



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola :

Me llamo Jimena San Martín soy administradora de un sitio web. Tengo que decir que me ha gustado su página y le felicito por hacer un buen trabajo. Por ello me encantaria contar con tu sitio en mi web, consiguiendo que mis visitantes entren tambien en su web.

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Jimena San Martín

Anónimo dijo...

Lechucita
Me gustaría que esta historia fuese enteramente una ficción, ¡porque me han dado una rabia esos sinvergüenzas!
D.

La Lechucita dijo...

No es autobiográfico....Pero en este tipo de engaños, no tengo duda, la realidad supera a la ficción.
Un abrazo D.