miércoles, mayo 09, 2007










LA MATANZA





El matarife toma la piedra y el cuchillo y empieza el afilado. Un metrónomo que marca el tiempo, una música que anuncia el sacrificio. Se preparan las herramientas; la mesa de piedra donde yacerán agarradas las extremidades, crepita el fuego de la pira, los baldes y barreños de agua hirviente. Se han arremangado las mujeres los brazos. Los niños juegan a tabas.

Aun está la bestia en el cuchitril, preparándose para la muerte, su soledad es comparable a un desierto por ancho, desnudo e inconmensurable. Aun no gime, ni grita, ni pide la inútil clemencia. Hay un silencio que precede a la muerte rasgado por el violín de la piedra y la navaja. La certidumbre de la que sabe que ya no hay esperanza. Su dolor es como el del toro instantes antes de que se celebre la corrida; para él sonaran los clarines y trompetas; para ella, un coro de risas de mujeres con deseos de sangre, ansias de descuartizarla en mil pedazos, triturarla en añicos y mezclarla con las hierbas.

La fiesta de la carne. Cuando se abre la puerta, se resiste, como se resiste uno a lo inevitable, un grito que desgarra el cielo, pide un indulto que no van a concederle. Una vez empezada la contienda no hay dignidad posible. La agarran por el rabo y las orejas, la aplastan en la losa, y clava el matarife la daga suavemente en la garganta, el ultimo grito de placer y de dolor sale de su boca y luego la sangre a borbotones. Llenan baldes y baldes con un liquido espeso y negro, un llanto oscuro que contrasta con la alegría que produce el vino en los hombres. Ya le queman la piel y la desuellan. La cuelgan de la cruz y la abandonan, de nuevo sola, expuesta a todas las miradas. Sigue la fiesta, un banquete de vísceras y vino, dura toda la noche.

Al amanecer se harán las particiones, se buscaran mil maneras de alargar su muerte definitiva entre las fauces. Se ahumaran unos trozos, otros en aceite y especiados, las partes más nobles en salazón. Durará todo el año.

Y así año tras año hay una bicha expiatoria


Imagen: Francis Bacon

6 comentarios:

mentecato dijo...

¡Impactante!

Un abrazo.

(Y Bacon insuperable)

Margot dijo...

Estoy con Mentecato!

Joer, estás por estremecerme estos días... ummm y por un momento me sentí bicha, debe ser que a veces lo soy el resto del año.

Besossssss huyendo del sacrificio!!

Rodolfo N dijo...

TREMENDO!!!!
BESOS

Ula dijo...

Perdí la inocencia de niña en una matanza de cerdo en casa.
No puedo asistir a estos acontecimientos. Si por mí fuera, no comeríamos carne, vamos si es que tengo que matar al animal.
Me alimentaría de verduras o lo que fuere, pero no podría hacer semejante acto. Tal vez sea cobardía, pero mi sensibilidad no lo aguanta.
Lo has descrito tan real, que me ha emocinado.
Besitos

TORO SALVAJE dijo...

Lo de Bacon era con doble sentido?, si es así, ya es para que des la vuelta al ruedo, te lo digo como Toro resucitado.

Aquí estoy haciéndote caso.

Besos.

Antona dijo...

Yo lo vivi una vez.Duro pero necesario.¿o no?
que pases buena semana
bss