domingo, mayo 27, 2007


SUDOKU

(Jornadas de reflexión)


El tiempo nos engañó. Ese sol, que había lucido tanto tiempo, se escondió tras nubes negras que empezaron a descargar primero suavemente y luego con fuerza y persistencia durante horas y días.

Los políticos, en un alarde de dar opio al pueblo, dieron la consigna a los periódicos de que pusieran los Sudokus de la pagina de entretenimientos cada vez más difíciles. (Temían que con tanta lluvia a los intelectuales se les ocurriera pensar y tomar cartas en el asunto).

Hasta estos días había puesto Sudokus en tres grados: fácil, medio y avanzado aunque los tres resultaban fáciles y resolubles, lo que nos había dado una confianza en nuestras mentes, francamente equivocada, pensando que estabamos dotados para eso de los números. !Craso error!. Ahora, los fáciles eran muy difíciles y los difíciles imposibles de resolver.

Comenzábamos el día repartiéndonos cada uno un cuadradito que se elegía a la pajita más corta. Nada mas terminar el café Maqrol iba a comprar el periódico, mientras nosotras preparábamos los lápices, las gomas, el sacapuntas y el bolígrafo, este último solo para marcar los números que con toda certeza caían en una casilla. Con un bolígrafo teníamos suficiente porque certezas era lo único que no teníamos.

Sin darnos cuenta nos sumergimos en un mundo matemático. Bueno solo contábamos 1,2,3,4,5,6,7,8,9. Uno, dos, tres,,uno, due, tre, …, one, two, three, …, un, deux, trois,…, Ya nos criemos no solo matemáticos sino también poliglotas. Contábamos, en ruso, en mossi, en alemán…., pero en japonés, no nos salía. Por eso borrábamos, cambiábamos el orden 3,2,5,7, …, ¡NO! … 2,3,7,1, … y vuelta a borrar.

Poco a poco empezamos a ver signos en todo lo que nos rodeaba:
Si Neku ladraba tres veces seguidas porque tenia hambre, lo interpretábamos como un tres en la segunda casilla de la tercera fila.
Si rascaba la puerta porque quería salir a hacer pi- pi, eso era 9 en la casilla central.

Luego fue ver números por todas partes:

Kin-zé se convirtió en 3+8+4 o 5+7+3, en diagonal, en horizontal, en vertical. Maqrol la miraba arrebolado. Cualquiera pensaría que estaba enamorado, pero no, intentaba descifrar en su nombre la combinación perfecta que le convirtiera en ganador. Yo le miraba a él y sólo veía un 6 y un 4 la cara de su retrato. Y así sin darme cuenta, mis cuadrados empezaron a tener mas seis y cuatros de la cuenta.

Cuando llegaba la noche, los lápices estaban comidos, las gomas desgastadas, los papeles llenos de agujeros y el bolígrafo era el único que permanecía intacto. Tirábamos el periódico a la chimenea. Nos mirábamos sin vernos para no ver el espejo de nuestro propio fracaso. Bebíamos cerveza, comíamos quesos emitiendo juicios, como yupies de tercera, sobre el estado de los quesos. Las textura, el grado de grasa, los aromas a frutas y avellanas. Pero, entre blando, cremoso, mantecoso, untuoso, se colaba un cinco, un siete, y en el peor de los casos un nueve.

Amodorrados por el efecto del coñac con el que terminábamos la velada nos íbamos a la cama. Derrotados, sí. Pero, embriagados y satisfechos.
Al día siguiente nos levantábamos ardorosos, entusiastas, como buenos luchadores, con ansias redobladas de empezar la batalla.

¿Cuantos días llovió?

Sí, todos esos días vivimos, hay que confesarlo, ajenos:

A las elecciones de cualquier país aunque fuera el nuestro
A los muertos en el oriente próximo y lejano
A los niños desaparecidos
A los escándalos inmobiliarios.
A la violencia domestica.
Al desprestigio de los políticos
A las inundaciones y destrozos de la lluvia
A los ganadores de premios artísticos.
A las victorias de Nadal, Alonso o el Barça.

Ajenos a todo aquello que no fuera la combinación perfecta de nueve números tomados de nueve en nueve

Maqrol, desesperado de no resolver la palabra maldita, decidió hacerse el Harakiri (que también es palabra japonesa) con el cuchillo jamonero. Kin-zé y yo le mirábamos aterradas. Cuando tenia el cuchillo levantado, dispuesto a cometer el tremendo espectáculo, un rayo de sol rebotó en el filo del cuchillo cegándole los ojos y haciéndole errar el golpe. Clavo con toda su fuerza el cuchillo en el tablero de la mesa. Diciendo estas palabras inspiradas:
“Este cuchillo no lo quitara nadie que no sea capaz de resolver los tres Sudokus” ( menos mal que el jamón ya nos lo habíamos liquidado)

Salió como poseso al jardín, seguido de Kinzé. Segaron toda la hierba, limpiaron todos los prados, y levantaron un muro de tres pares de narices
Neku disfrutó de lo lindo persiguiendo los palos que le tirábamos y yo contando la historia.

Colorin, colorado,
a Madrid nos hemos marchado
y a la tarde hemos votado.


6 comentarios:

Rodolfo N dijo...

Primera vez que visito este blog, me gustó su tono , y sus matices.
Besos

Margot dijo...

Jjaja te juro que no sé si llorar o reir, por el trasfondo, pero el relato es cojonudo!!

Ya decía yo que me cansé de hacer Sodokus...

Un besote de ays este madrid nuestro, dónde va?

Jesús dijo...

Esto de los Sudokus difíciles en La vanguardia ya hace tiempo que predomina. No se todavía si es que yo soy muy malo resolviéndolos o que en realidad son muy difíciles pero no me salen ni los fáciles.
Un beso. Estupendo relato muy divertido y con enjundia.

TORO SALVAJE dijo...

Yo es que alucino contigo, así de burdo y claro te lo digo.

Me dais una envidia los que os tocó tanto en la lotería genética, grrrrrrrrrrr!!!!!

Te aplaudo con envidia mala.

Besos.

TORO SALVAJE dijo...

Sin tu permiso te he linkeado, a ver si se me pega algo.

mentecato dijo...

¡Bravísimo!