MARIPOSA BLANCA
Una tarde de finales de mayo se tumbó sobre la hierba de la pradera. El sol del mediodía calentaba, cerró los ojos y le vino un recuerdo de su infancia.
Una niña de piernas largas y huesudas recorría el campo de arriba a bajo, con su juguete en la mano intentaba cazar alguna de las mariposas blancas que volaban entre las flores. Iba cantando: “mariposa blanca – carta segura”
Después de un braceo febril durante horas, se sentó en el suelo, arrojando lejos el caza mariposas, metió su cabeza entre las piernas y se puso a llorar.
Cuando se levantó estaba anocheciendo, arrojó su móvil a la basura, mientras se secaba las lagrimas que caian por sus mejillas.
Una niña de piernas largas y huesudas recorría el campo de arriba a bajo, con su juguete en la mano intentaba cazar alguna de las mariposas blancas que volaban entre las flores. Iba cantando: “mariposa blanca – carta segura”
Después de un braceo febril durante horas, se sentó en el suelo, arrojando lejos el caza mariposas, metió su cabeza entre las piernas y se puso a llorar.
Cuando se levantó estaba anocheciendo, arrojó su móvil a la basura, mientras se secaba las lagrimas que caian por sus mejillas.
3 comentarios:
Cambian los tiempos, cambia todo, pero el dolor no cambia.
Un beso.
Ni la infancia de las ilusiones, esa tampoco cambia...
Me jode repetirme, Fortu, no imaginas cuánto pero es que me encantan tuc cuentos!!
¡Cómo me gustaría tener más tiempo para leerte y releerte!
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