domingo, diciembre 02, 2007


Estaba enfermo de soledad. Estar enfermo de soledad no es sinónimo de estar solo. A decir verdad él siempre estaba rodeado de gente. La enfermedad de la soledad tiene que ver mas con la distancia que con la compañía, es una sensación de alejamiento, de vivir en un lugar distinto, un lugar privado e inaccesible de su mente.

Había intentado vivir en los lugares comunes donde parecía que habitaban los otros. Comenzó con el fútbol, consiguió entender las reglas del juego, seguir con atención los pases que hacían de una jugada algo magistral, distinguir con precisión lo que era orsay o corner, quien era el mas adecuado para tirar penaltis. Durante años siguió con disciplina las distintas ligas nacionales e internacionales, fue capaz de hablar con cualquiera como si de verdad le fuera la vida en ello. Todo este esfuerzo no le libro ni por un instante de su soledad, se sentía que tenia el don de la ubicuidad podía estar con facilidad en los dos mundos. Mientras su cuerpo parecía estar disfrutando viendo los partidos, se retorcía las manos cuando algo no funcionaba o gritaba !!GOL!! Como el más escandaloso, sentía que vivía en aquel pequeño espacio en el que habitaba, pequeño y asfixiante la mayoría de las veces, y se preguntaba por que le encarcelaba de esa forma, por que le impedía disfrutar como a los otros de las cosas pequeñas de la vida, le cabía la duda de sí en realidad a todos les pasaba lo mismo, y lo ocultaban como algo vergonzoso.

Probó a casarse y cuidó de una mujer amble y de sus tres hijas. Ni siquiera la dulce Catalina con sus besos y caricias conseguía entrar mas allá de la piel lo abrazaba con tanta ternura que le hacia llorar y aumentar su sufrimiento a niveles insufribles, Cuando llegó a adolescente también ella se alejó refugiándose en algún lugar distante de su mente. Sus mujeres habían llegado a formar un grupo de hermosa complicidad, solía contemplar sus juegos, sus risas, sus sollozos, sus confesiones susurradas. A veces se le rodeaban entre risas y abrazos pero el se sentía irremediablemente el polichinela de la escena.

Encarcelado como estaba en aquel lugar sombrío de su mente, aquel torreón inexpugnable. Probó todo tipo de llaves que le abrieran la puerta, se confesó con sacerdotes de distintas confesiones, visitó psicólogos, psiquiatras, curanderos y todo tipo de nuevos consejeros, nadie supo indicarle la salida, ni el litio ni sus cien variantes le ayudaron.

Un bello atardecer de principios de verano cuando el sol iluminaba el lago donde los jóvenes remaban y los niños alborotaban a los patos, aceptó que el siempre viviría en ese reducto de si mismo. El peso inmenso que le oprimía el corazón hasta ese instante desapareció, por el contrario todo empezó a ir mal en el otro mundo, la distancia creció al mismo ritmo que su mutismo, el lenguaje que usaban no parecía compatible, un vacío como una zanja que separa el castillo de las otras alimañas fue cavándose. Vio como se alejaban arrastrada por la corriente a sus niñas queridas, la dulce Catalina sus mejillas mojadas y sus ojos rojos, se sujetaba a su mano acariciando por ultima vez su cabello y su barba. Él sonreía y la miraba bobamente como quien ve una escena. Ese mundo que siempre le acogió como a un extraño, le abandonaba definitivamente, ya no tenia sentido seguir entre esos cuerpos, comenzó a caminar en busca de ese sitio donde solo él habitaba.

Yo soy su hija Catalina, mi corazón se quedó vacío después de su partida. Su herencia fue dejarme rodeada de gente, aislada para siempre en un lugar remoto y solitario donde no paro de buscarle.

3 comentarios:

Esther Hhhh dijo...

Buff... Que peligro estar enfermo de soledad. La soledad sólo es buena a ratos.

Besitos

TORO SALVAJE dijo...

Que duro, más para mí que me veo fotografíado en tu post.

Besos.

Margot dijo...

La enfermedad de la soledad, tal vez la única forma de paliarla acabe siendo aceptando la soledad como algo natural a nuestro caminar, ese alejamiento que poco tiene que ver con el estar solo o acompañado. Hacer migas con ella como algo inevitable...

Un besote, Fortu!!