viernes, diciembre 28, 2007

LAS TÍAS EL JUEZ Y LA MAESTRA

En aquel pueblo había muchas tías, en realidad toda mujer que pasara de los cuarenta se la debía llamar tía, y podían ejercer tanta autoridad como si fueran autenticas. De esa forma todos los jóvenes y niños tenían sobre si una protección inmensa. Eran amonestados por mil manos, vigilados por dos mil ojos, besados y pellizcados en las mejillas cientos de veces al día.

Entre aquellas tías creció el juez, un jovencito de ojos vivarachos, pies pequeños y gestos comedidos, que recitaba a Petrarca al borde de la playa. Su madre una mujer pequeña le consentía en todo, convencida que su pequeño era un ser delicioso capaz de convertir el agua en vino, y la hojalata en oro. Para ella había convertido la casa en un palacio y la cama en un barco en el que navegaban a países lejanos. Su padre sin embargo era un ser autoritario que apoyado por las tías consideraba que todo eso eran tonterías, y que su hijo tenia una pajarera por cabeza.

.- Este hijo mio se esta volviendo Mentecato de tanto traducir a Cicerón y Séneca. Mejor que empleara el tiempo en aprender el Derecho Romano de memoria.- decía.
.- !Mentecato!, eso es lo que es un mentecato.- dijeron todas las tías y así empezaron a llamarle.

El joven juez que todavía no era juez por que no había terminado la carrera, seguía paseando por la playa con todos sus latinajos ignorando tanta amonestación y tanto arrebato protector.

Hablemos ahora de la maestra, una joven extranjera de padres alemanes, de tez blanca ojos saltones y gafas. No fue su belleza lo que llamó más la atención de Mentecato, si no ese aire misterioso que tenia cuando paseaba por la playa, o jugaba descalza con las olas. A veces sacaba una libreta y escribía tres o cuatro palabras. Nunca la vio corregir cuadernos, cosa rara por que las maestras siempre tienen muchos cuadernos que corregir, quizás enseñaba alemán a las caracolas. Reía sola cuando se mojaba el vestido, o corría detrás de las gaviotas.

El aspirante a juez aumentó el número de horas que pasaba en la playa Nada mejor que estar cerca del mar para traducir las guerras púnicas, aunque a decir verdad nunca avanzo de la tercera página dedicado como estaba a inventar ingeniosas estratagemas para acercarse a la maestra.
Un día se subió a la "Pirámide" una roca muy alta en medio de la playa y comenzó a declamar a Bequer en voz alta. Ese día casi se mata se magulló un dedo y las rodillas le sangraban. La maestra vino entonces a ver que le pasaba, le lavó las heridas con agua de mar mientras el hablaba de remotas regiones donde animales de cuello largo y manchas amarillas trazaban arabescos con las patas, hombres de tez azul oscuros trataban de cazarlos con extraños instrumentos hechos de caña y yute trenzado. A ella eso le hizo gracia.

A partir de aquel día se escondían y buscaban el joven juez no para de contar historias a cual mas descabellada y sugerente. Él olvido sus latinajos y ella sus cuaderno de palabras.

El joven juez llevaba siempre una camisa de rayas y una corbata pajarita del mismo color que la raya. Él le explicó a ella que el color tenia que ver con el sueño revelador que hubiera tenido aquella noche, entonces le contaba aventuras muy adjetivadas......

Pasó Diciembre, Enero y parte de Febrero hasta que un día la maestra no volvió mas a la playa. Él sabía que las sirenas tienen esas cosas un día desaparecen entre las olas sin poder saber donde encontrarlas.

Cuando llegó a casa le dijo a su padre que él nunca trinaría derecho, tiró las pajaritas y todas las camisas a la basura. Las tías al unisono dijeron:
.- Este muchacho no solo es mentecato, si no también estúpido, imprudente, absurdo, inconsciente, tonto, sin sentido, sonso, incongruente....

Él tomo todos sus libros y desapareció durante bastante tiempo del pueblo. Pero se quedó, eso sí, con el nombre de "Mentecato" para siempre.

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