jueves, agosto 14, 2008


LOS BORRACHOS

Mi padre bebía, bebía bastante pero no era un alcohólico, bebía sobre todo cerveza, le gustaba ir de un bar a otro tomando cañas y mariscos, si te encontrabas con él, debería decir mas bien si te hacías el encontradizo con él, tu también bebías cerveza y comías mariscos. Cuando llegaba a casa a comía con vino, sólo a veces, por eso sabíamos que no era alcohólico. Después por la noche, si no salia a cenar con mi madre o había quedado con los amigos, no bebía mas de un vaso de vino con la cena, y no siempre. A nosotros nos dejaba echar al agua vino, terminarnos las copas o acabar con el culo de la botella.

El que mejor calificaciones había sacado esa semana. En esa época los curas y las monjas solían dar notas todas las semanas en un boletín y tenían la extraña costumbre de calcular en que puesto de la clase estabas, el primero de treinta o el octavo de treinta y cinco,etc... Yo solía estar en el numero 15, el decimoquinto de treinta y dos, un numero que me gustaba por que en aquel entonces uno de mis juegos favoritos de cartas era la escoba que había que sumar 15, mi cumpleaños también era en 15, y otras cuantas coincidencias que ahora no recuerdo. Como decía, el que mejor puesto había sacado esa semana tenia como premio hacer de sumiller; elegía el vino, no es que hubiera gran variedad en esos días de posguerra, blanco o tinto, llenaba la frasca y lo probaba a ver si estaba en su punto, si se había avinagrado se reservaba para cocinar. La mejor siempre era una de mis hermanas, a la pobre, aunque era buena estudiante, no la gustaba el vino y por pequeños favores como; limpiar los zapatos del colegio, lavar la camisa del día siguiente, comerte sus garbanzos y cosas parecidas te cedía el puesto. A mi padre le parecían justos estos tratos entre nosotros y dependiendo del favor eramos cualquiera. Con el paso de los años el vino dejo de ser de garrafa y llegamos a ser grandes conocedores de las distintas cepas, a apreciar los aromas, el color y el bouquet de los vinos del país.

Mi madre también bebía, no cerveza y vino como mi padre, ella era mas delicada en sus gustos. Nacida en el sur se había aficionado a los vinos de Jerez que tomaba en el aperitivo mientras esperaba a mi padre que venia de hacer la ronda de los bares de vuelta del trabajo. Ella se sentaba en una salita con un finito, el periódico, unas aceitunas y unas galletitas saladas. Cuando oía las llaves de la puerta, salia con las mejillas coloradas y los ojos brillantes a recibir a mi padre, y siempre daba la sensación de que hacia mucho tiempo que no se veían, a juzgar por los besos que se daban, luego mi madre se colgaba de su brazo y los dos iban al comedor. Por las tardes mi madre se servía un whisky, un Chivas, con mucho hielo. -¿Puedo probar?. pedíamos . Ella con una sonrisa y una mirada lejana contestaba. - Solo un poquito y vete a estudiar. Solía leer revistas de moda y cocina. En la hora de la cena no bebía, a no ser que saliera con mi padre. No sabíamos bien que hacían por que cuando les preguntábamos donde iban siempre obteníamos la misma respuesta “A contar los frailes que se ha perdido uno” Rodeados como estábamos de curas y monjas parecía lo mas normal del mundo que se dedicaran a hacer eso.

No sé si lo de beber es hereditario por que mi abuelo materno había muerto de cirrosis en una de las mejores clínicas de Sevilla. Mi abuela materna, que vivía con nosotros desde la muerte de su marido, tomaba una copa de quina Santa Catalina todos los días antes de comer y después “palomitas” que era una bebida blanca que se conseguía mezclando anís del Mono con agua. Ponía la botella de anís y la de agua en la mesa e iba llenando la copita mientras hacia solitarios de cartas y escuchaba las novelas de la radio. Si jugábamos con ella a la brisca o al tute nos preparaba una copita mas aguada a nosotros. Todas las tardes al volver del colegio teníamos partida. Mi madre a veces se sumaba. Mi abuelo paterno por lo que teníamos oído había sido bebedor y jugador y había dejado a la familia en la ruina muriéndose él muy joven. Mi abuela paterna era la única abstemia de la familia pero se había muerto de tristeza, a ella debía de parecerse mi hermana la estudiosa, por que tampoco reía mucho y se pasaba el día leyendo y estudiando, no como nosotros que bebíamos y reíamos a todas horas.

Cuando fuimos creciendo se crearon dos bandos, los bárbaros y los refinados. Los bárbaros eramos seguidores de nuestro padre, íbamos a los bares bebíamos cerveza o vino, y rara vez bebidas de con mas grados de 15. y los delicados , eran los seguidores de mi madre que bebían bebidas sofisticadas de alta graduación, en ese bando se estilaban los gin tonic, los cubatas de ron con limon, los sol y sombra..... La única que siguió sin beber fue mi hermana la estudiosa que hizo dos carreras técnicas y trabaja para una industria muy prestigiosa.

Mis padres cuando envejecieron se fueron a vivir a un casa cerca del mar que había heredado mi madre. Por las mañanas iban a la playa y mientras mi madre nadaba y tomaba el sol, mi padre la esperaba en un chiringuito bebiendo cerveza y leyendo el periódico. Mi madre se mantenía fiel a sus finitos. Después de la siesta solían dar un paseo por el espigón del puerto, y tomar una copa. Ninguno de los dos cambio sus costumbres, ella seguía bebiendo whisky y él sus vinos. Y todavía siguen, según creo.

Nosotros crecimos y aunque parezca mentira nos hicimos hombres y mujeres de provecho, cada uno estudió lo que le vino en gana y hizo de su vida lo que pudo.

Aquella vez que mi hermana empezó a ver bichos enormes por el techo, no le dimos importancia por que siempre tuvo mucha imaginación. Cuando mi hermano termino sus días saliéndose de la carretera, pensamos que había sido una noche de lluvia en una curva maliciosa. El día que echaron a otra hermana del trabajo lo atribuimos a los reajustes de plantilla y le llevamos unas botellas de Baelys que tanto le gustaban para alegrarle la vida. El pequeño tenia un aspecto horrible, los ojos amarillos y la tez verde, no quedo mas remedio que llevarle al hospital murió a los pocos días de una transfusión, pero él siempre había sido delicado.
Yo he tenido la mala suerte de tener unas hijas puritanas y una mujer insoportable que han decidido internarme en una clínica de desintoxicación y aquí estoy pensando como se puede uno desintoxicar de cosas que vienen de familia.

Imagen: Velazquez "Los borrachos"






1 comentario:

S. M. L. dijo...

Lindos recuerdos... que desembocan de pronto en una impactante historia. Me gustó el tinte de realidad que le has dado a la ficción.
Un abrazo