domingo, noviembre 16, 2008












El encuentro


Llovía a mares, el trafico era denso. Carmen dentro de un taxi iba mirando las tiendas iluminadas, los peatones que corrían a refugiarse en los portales o se hundían en la boca del metro. Dejaron las calles mas bulliciosas e iluminadas para adentrarse en barrios dormitorio de edificios tan similares que era difícil saber cuando acababa uno y empezaba el siguiente. las construcciones se fueron espaciando hasta no quedar mas que campo, un campo de sembrados recién arados encharcados ahora por el agua. Se había hecho pronto de noche. ¿Está seguro de que es por aquí? Seguro, no se preocupe, ya falta poco. Pasaron unos minutos antes de que se parara delante de un casa de piedra revocada en blanco con una pequeña ventana iluminada. Pago al taxista y le pidió que por favor le esperara hasta comprobar que era allí donde iba. Le abrió una mujer gruesa con un mandil de algodón blanco. Se abrazaron. El taxista al ver el gesto dio media vuelta y se alejo por la carretera !Mi maleta! La mujer alzo los hombros intentando con un gesto quitarle importancia, eso la molesto ¿para qué había venido? Entraron en la cocina una sala grande calentada por una estufa de leña, una mesa de madera rodeada de sillas sobre la que se secaban unas toallas , el olor de sopa de verdura llenaba la habitación. Al menos su madre todavía se cuidaba. Su madre escribió en un cuaderno y se lo mostró ¿Cómo estás? . Se sorprendió tanto con el gesto que la miró con atención entonces se dio cuenta de que llevaba una trapito blanco al cuello que tapaba la traqueotomía ¿cuando se la habían hecho? ¿por que no había dicho nada? ¿tampoco ahora la dejaría formar parte de su vida? esa vida llena de secretos y misterios que según se había ido enterando la habían dejado sin suelo y sin techo para la suya propia. Ahora sin voz tenia pretexto para no explicar nada, no tenia por que contestar a sus preguntas, se moriría con sus razones, sin hablar. Compasión y rabia la llenaron al mismo tiempo. Entonces optó como siempre por la conversación banal de hablar de anécdotas suyas, de sus hijos, de su marido, del trabajo, su madre reía con sus ocurrencias y todo parecía feliz y en armonía. La hizo sentarse y sirvió la cena; un cuenco de caldo y una rebanada de pan de miga con un generoso chorro de aceite y un vino recio con mucho tanino. Hacia tanto tiempo que no probaba estos sabores que sintió que se le humedecían los ojos, después sacó queso y membrillo con un vino moscatel y siguieron bebiendo y riendo. El sentido del humor era lo que la había salvado en su infancia, convertir los dramas en comedias. Eso le había traído mucho éxito en el escenario y se lo debía de una forma extraña a ella que la había forzado a tomar ese camino. Reflexiono nadie es libre de nada, todos estamos abocados a llevar la vida que llevamos, que sentido tiene juzgarla ahora. !Vámonos a dormir! escribió su madre. La prestó un grueso camisón de franela y se acostaron en una cama grande y fría, se abrazaron para darse calor como cuando era una niña, y se quedó enseguida dormida.
Cuando se despertó su madre ya había recogido la cocina, la ropa seca había desaparecido y sobre la mesa la esperaban el café y las tostadas, ella hacia crucigramas. Se sentó a su lado en silencio, después de recoger le preguntó ¿No te gustaría venirte conmigo? ella negó con la cabeza Estarías más acompañada, yo te cuidaría... ella sonrío y siguió negando con la cabeza. Sonó el timbre era el taxista que venia con la maleta. ¿Puede llevarme de nuevo al aeropuerto? Él aceptó con cara de extrañeza. En cinco minutos estoy lista. ¿Me prometes que me escribirás si necesitas algo? ella asintió. ¿Cuantas veces le había hecho las mismas preguntas y ella se había negado a todo? El vacío volvía a sus entrañas. No había nada que hacer, dejo un sobre con dinero debajo del jarrón de las flores de la que tomaba el bolso. Cuídate mucho, por favor. Ella la empujó hacia la puerta y cerro rápidamente. Ahora el cielo estaba limpio olía a tierra mojada y una viento frío de invierno la golpeaba en las mejillas, era reconfortante. Antes de subir al taxi guardó la imagen. La casa solitaria de la que salia un humo blanco de leña que impregnaba el aire con olor a encina, los campos encharcados, unos pocos chopos desnudos acompañando un arrollo cercano e imponiéndose a todo el sonido de un piano interpretando un nocturno de Chopin, repitiendo los tramos donde las manos se trababan....
!Vamos! dijo al taxixta.


Imagen : Manet

2 comentarios:

S. M. L. dijo...

Una gran historia.
Hay algo de malvado en esa hija, o algo de rabia contenida contra esa madre al parecer tan buena. Yo, si fuera la hija, me quedaba para siempre en esa casa. ¿Para qué huir del amor? Me has dejado pensando. Además me gusta mucho cuando describes ropas y comidas, lo haces con sensualidad desbordante y creo que no te das cuenta de ello.
Un abrazo
S.

TORO SALVAJE dijo...

A mi me ha dejado tocado.

Esa madre se repite en residencias y hospitales. Alejadas de todo mientras esperan la visita de la muerte.

Que pena me ha dado.

Besos.