sábado, abril 11, 2009



LA SOLEDAD DE LA MULA

La Mula en su condición de mula se sentía feliz. Todas las mañanas subía con su amo al monte y mientras él recogía leña para vender por las casas, ella retozaba por la pradera. Nunca faltaba la hierba ya fuera invierno o verano; el tiempo era benigno y el agua siempre corría por los regatos incluso en pleno verano. Por la tarde bajaba cargada de leña, cosa que no le importaba por que le hacia sentirse útil y merecerse la paja y el calor de la cuadra por las noches. Los domingos el amo la cepillaba y la ponía una manta nueva de brillantes colores y subido en su grupa bajaba a pasear por el pueblo, ella le esperaba a la puerta de la taberna y volvían cantando hasta la casa.
Y así había sido su vida durante varios años, hasta que hubo un año de sequía en la comarca vecina donde el tiempo era mas inclemente y el agua mas escasa. Los ganaderos tuvieron que subir a las zonas mas ricas donde vivía La Mula; subió el cabrero con sus cabras que comían todo cuanto encontraban a su paso con una voracidad realmente sorprendente, Llegó el pastor con el rebaño de ovejas que se apiñaban entre ellas buscando las praderas mas jugosas y las sombras mas frescas. La Mula no se preocupó por la comida, ni por la sombra ya que había en abundancia. Pero comenzó a darse cuenta de que estaba sola, tanto las ovejas como las cabras hasta un ganado de vacas, que también había subido recientemente, estaban siempre en grupo; charlaban entre ellas, peleaban o jugaban según del humor que estuvieran. Pero ella siempre estaba sola, no había ninguna de su especie en la pradera. Esto produjo en ella diversas emociones, de la sorpresa paso a la tristeza, de la tristeza a la rabia y cuando ya estaba apunto de liarse a coces con todos los animales se dio cuenta de que en nada había cambiado su vida, seguía teniendo agua y comida en abundancia, el amo le trataba mejor si cabe que antes, subía cada día y bajaba cargada de leña como siempre, en el establo nunca faltaba la paja seca y los domingos iban al pueblo a festejarlo. ¿Por qué, pues, se sentía tan triste y tan furiosa? Bien mirado las ovejas le parecían tediosas con sus charlas y al poco de oírlas ya estaba buscando un lugar alejado. Lo de las cabras era peor todavía lo mismo se reían las gracias que se ponían la zancadilla para quitarse la comida. Las vacas mantenían mas la compostura, dignas, aparentaban llevarse bien entre ellas pero en cuanto se daban la vuelta se ponían verdes las unas a las otras. Bien mirado no había razón para envidiarlas. Pero por mas razonamientos que se hacia no dejaba de preguntarse como seria la vida si también por allí hubiera otra mula parecida a ella. Y así fue como enfermó de melancolía y nostalgia por la ausencia de esa mula imaginaria.


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3 comentarios:

ybris dijo...

La verdad es que la soledad se siente más observando a los acompañados.
Quizás la mula llegara a comprender que su soledad era mejor que la artificial compañía de los otros animales.

Besos.

Anónimo dijo...

Es que la soledad no nos viene bien.
D.

Qymera dijo...

Simplemente genial amiga mía.