lunes, diciembre 28, 2009


Andrés,
el ciego


Era todavía un muchacho cuando me dí cuenta que aunque a mi vecino Andrés le llamaban deficiente, inválido o discapacitado debido a su ceguera de nacimiento, los auténticos deficientes, inválidos y discapacitados éramos nosotros.
Vivíamos en la esquina de la calle Calatrava con Cisneros, en el edificio familiar que mi padre había heredado. En la planta baja estaba el restaurante que regentaba, en la primera vivíamos nosotros y la segunda se la habían alquilado a Andrés y su familia.
Al principio, Andrés, pasó desapercibido para mi, ocupado con los juegos en la calle, y las tareas del colegio que realizaba en un pequeño saloncito, contiguo al restaurante, donde mi madre dibujaba la carta del día, doblaba servilletas con formas de pájaros y flores, o, donde se contaba la cubertería de plata para comprobar que no faltaba nada. Hasta después de cenar no subía a mi habitación que estaba justo debajo de la de Andrés de la que salia una música muy dulce.
Una tarde le comente a mi madre acerca del disco que Andrés oía cada noche.
No es un disco, me dijo, es Andrés que como es ciego ha desarrollado mucho el oído y canta y toca la guitarra muy bien.
¿Cuando te quedas ciego te crecen las orejas?
No hijo es el sentido del oído. ¿pero a ti que te enseñan en la escuela?.
Mi madre pasó la tarde contándome que Andrés al no poder ver las cosas había tenido que desarrollar el resto de los sentidos, el oído para saber quien entraba en la habitación, el tacto para ver a la gente con las manos y reconocer los muebles y poder encontrar las cosas, con el olfato también podía saber que persona entraba en la habitación o donde se encontraban los objetos.
¿Y el gusto?
La verdad es que no sé si el gusto le sirve de gran cosa.

A partir de esa tarde mi interés por Andrés creció . Empecé a escucharle por las noches, tocaba el acordeón y cantaba canciones con una voz envolvente. Después comencé a esperarle hasta que salía por el portal y le seguía. Caminaba un poco echado hacia delante, y oscilaba todo el cuerpo con cada paso que daba, rara vez usaba el baston blanco. Un día se paró y me dijo
- ¿Eres Luis, el chico que vive abajo? ¿Por que me sigues a todas partes?
- Me han dicho que eres ciego ¿Cómo te has dado cuenta?
- Jaja, rió, con el ruido que armas con tus botas y esa colonia de lavanda, cualquiera se daría cuenta.
- Entonces es verdad que has desarrollado el resto de los sentidos más que nosotros.
- Seguramente sí, Yo no se cuanto oyes tú, ni si usas el olfato.
- Hagamos una prueba. Voy a valorar cuanto usas los sentidos. Cierra los ojos.
Apreté los párpados con fuerza. Nos habíamos parado justo delante de la puerta del restaurante.
- ¿Que oyes?
- Los coches
- ¿Cuántos?
- No sé
- ¿Y gente?
- Claro, siempre pasa gente, eso no tiene merito.
- Tienes que saber quien pasa, si va solo o acompañado, si es hombre mujer o niño, como suenan sus pisadas, si a su lado está el trotar de un perro, si está triste o alegre...
- ¿Tú puedes saber todas esas cosas?
- Claro, si no no te habría reconocido. Ahora veamos el olfato.
- ¿Cual es hoy el menú del día?
- Arroz con leche, dije rápido.
El olor del azúcar con canela quemadas salia imperioso por la puerta.

- ¿Y de primero?
El olor del arroz era imperioso, pero pude distinguir debajo el de las lentejas con chorizo que imaginé en la marmita humeante.
- Muy bien, muy bien. Ahora ya solo falta el segundo.
El olor del aceite frito varias veces se podía distinguir pero no exactamente lo que se estaba friendo.
- Filete con patatas. dije arriesgándome.
- Muy bien, para sacar sobresaliente solo falta que me digas a que huele mi colonia.
- A cedro huele a cedro, lo sabia por que era la misma que usaba mi padre.
- Pasemos al tacto. ¿Crees que tu madre se enfadará si entramos en el restaurante? Aun falta una hora para que empiecen las comidas.
- Vamos, dije, con voz de dueño de la casa.
- Ahora no hace falta que cierres los ojos, no vayas a ir tropezando con todo. Te tendrás que pasear tocando los objetos que te encuentras y me describirás como son sin decir colores o formas solo lo que sientes cuando los tocas.
Nada mas entrar estaba el mostrador donde se recibía a la gente, era de madera con una plancha de mármol en la parte superior. Los toqué
Las paredes del mostrador son calientes..., suaves..., y se puede percibir los nudos de la madera, encima hay algo frío y liso, bastante grande.
Los manteles eran de grueso algodón, con un tacto pesado y granulado, las cortinas de terciopelo, eran también pesadas peludas y suaves por un lado y por el otro frías y ásperas. cuando llegue a las sillas tapizadas en cuero dije frío y liso, pero eran los mismos adjetivos que había usado para el mármol y sin embargo sabía que eran bien distintos. Cuando se lo dije contestó
Es posible que todavía no conozcas tantos adjetivos, el mármol es rígido y duro y el cuero es menos frío y más blando.
- Como la vista no puedo enseñártela ya solo nos queda el gusto. ¿Cómo saben las cosas que no probamos? lo tendrás que saber por los matices del aire que entra en tu boca, para que el olfato no te confunda tienes que taparte muy fuerte la nariz y aspirar grandes bocanadas de aire y saborearlas bien en tu boca.
Envolví el chicle en un papel y lo guarde en el bolsillo. mi boca estaba fresca con un ligero sabor a menta.
- Empecemos, vamos a la calle y me dirás a que sabe.
Me tape fuerte la nariz y aspire una gran bocanada de aire. Estaba frío y húmedo era denso y me llenaba la boca, no me había fijado pero seguramente habían caído unas gotas de lluvia mientras estábamos dentro.
- Muy bien, muy bien, para no ser ciego te manejas con los sentidos...y rió
Al entrar en el restaurante volví a llenarme la boca aquí el aire era mas seco, mas fino y me pareció percibir la presencia humana...., luego paseé por la habitación respirando por la boca tomando grandes tragos de aire, En la zona de fumadores sentí un picor intenso en la garganta y comencé a toser, en el saloncillo donde trabajaba mi madre el gusto era dulce, tierno y envolvente, terminamos en la cocina, más que aire respire el humo que salia de la sartén, tenia un sabor picante algo agrio.
!Fantástico! dijo, acercándose a donde estaba mi madre preparando un gran cuenco de ensalada.
- Enhorabuena señora, su hijo tiene una gran sensibilidad, la felicito. Le importa si me como una de sus croquetas de bacalao deben de estar deliciosas.
Con su comentario me dí cuenta que él sí sabía cual era el segundo plato, y que a su lado, yo era un mero aprendiz que tenia un largo camino por delante si no quería ser un deficiente, inválido, o, discapacitado.

Imagen: Ben Shahn

1 comentario:

Anónimo dijo...

Eran dos chicos muy sabios. ¿Fueron amigos después?
Un abrazo con sabores
D.