jueves, septiembre 09, 2010

Los números capicúas
18081
fue el numero que vio en el contador de kilómetros cuando acabó de aparcar el coche.

Esta vez no iba a salir a dar una vuelta y hacer la trampa. No, esta vez confiaría en que su mente no fabricaría cosas raras que la acarrearan acontecimientos desagradables. Nada podría impedir que disfrutara de un perfecto fin de semana en una bella ciudad con buena compañía. !NADA! Cuando llegó a la casa, Adelaida, sacó la bolsa de viaje y empezó a llenarla, dejó todo preparado para salir a primera hora de la mañana.
Durmió bien y se levantó cuando los primeros rayos de sol se filtraban por la ventana, el café goteaba sobre la taza, saltó la rebanada de pan en la tostadora, Bach sonaba en la radio, el cielo estaba despejado y una suave brisa soplaba moviendo los visillos del salón.Un perfecto fin de semana de comedia, representación teatral, risas, charlas en la cena paseos por la ciudad, museo de arte abastracto, comida tradicional....
Sonó el teléfono.
- Hola -dijo alegre, esperando oír la hora concreta de la cita.
- El loco ha desaparecido, llevan tres días sin verle, no ha ido a dormir a la casa, y nadie sabe nada de él. - oyó que le decía su mellizo con voz angustiada.

EL LOCO
El loco no estaba loco, le llamaban así por que era un metódico, excéntrico y alegre que se hacía querer. Se levantaba todos los días antes del alba, se preparaba un café soluble en leche fría y lo removía en círculos en dirección a las agujas del reloj, haciendo sonar a la cuchara durante varios minutos mientras hacia un sodoku que le llevaban los mismos minutos que tomarse el café y fumarse un cigarrillo. Después hacia sus abluciones y salia hacia la finca, en cuanto giraba para tomar el camino de tierra paraba para encender un cigarrillo. Pasaba la mañana trabajando en el campo, podando, segando.... hasta la una en punto que bajaba al pueblo compraba el pan, el periódico, las cervezas y entraba en el súper a abastecerse. Comía siempre lo mismo ensalada y carne a la brasa, por la noche gazpacho y quesos, en invierno sustituía la ensalada por legumbre y el gazpacho por un caldo concentrado y denso, todo siempre regado por un par de litros de cerveza, de postre café y coñac. Echaba la siesta durante tres horas. Si todavía había luz subía al campo otro par de horas. Por las tardes leía, o, si jugaba su equipo, iba al bar de la peña y veía el partido. Después de cenar veía una película y se acostaba temprano cada noche antes de cerrar los ojos llamaba a su esposa para contarse como les había ido el día. A veces, ella se había ido al cine con las amigas o él se había quedado dormido sin llamarla, pero no le daban demasiada importancia al día siguiente hablaban.

- El teléfono sale como no operativo, no ha recogido el periódico en tres días. ¿Puedes ir a acompañar a su mujer a buscarlo?

El Loco no era otro que su hermano. No era viejo pero tampoco era joven estaba en esa franja de edad donde todo es posible. También era posible que hubiera hecho algo para él evidente y sin peligro pero que a los demás ni remotamente se les ocurriera. ¿Qué se podía hacer mas que ir a ver que sucedía?

La comedia se estaba quemando, cambió el rollo por una dramática de preguntas y respuestas, de llamadas por teléfono, de guardias civiles y avisos en las tiendas.

Siguieron llamando a su teléfono, siempre salia la voz de una señorita “el teléfono al que llaman......”
A las dos de la tarde ya estaban en la carretera. Todo el trayecto fue un trabajo sistemático de pensamiento positivo. Hablaron de sus hábitos, de lo que podría haber pensado, de los nietos, de las labores que se traían entre manos, del último libro que habían leído, de una película interesante... Cuatrocientos kilómetros dan para bastante. Cuando ya estaban llegando recibieron la noticia; estaba en el súper comprando cervezas...., había perdido el teléfono.....

Adelaida pensó en los números capicúas, otra vez le habían jugado una jugarreta, esta vez no podía pensar que ella fabricaba los acontecimientos. Quizá hubiera podido reaccionar de otra forma, no darle importancia, calmar los ánimos, dejar que fuera otro con su cuñada. ¿Había alguna forma de desdramatizar la situación y convencerles, convencerse a si misma, de que no pasaba nada? Por mas que buscó posibilidades no encontró una persona mas idónea para que la sustituyera. Mejor sería tapar el cuentakilómetros y que no anunciaran nada.


3 comentarios:

Fortunata dijo...

Posdata (para satisfacer la curiosidad de los lectores)
Una serie de acontecimientos desencadenaron la situación. El constructor que debería haber ido a la finca no fue el lunes, su mujer se había olvidado de felicitarle por su santo, le dolía la espalda y no podía trabajar en la finca, se aburría solo en una casa medio en ruinas así que decidió visitar una una comarca cercana. No encontraba el teléfono por ninguna parte, debió de haberlo perdido y no pensó que nadie iba a preocuparse por él. En eso se equivocaba.

Anónimo dijo...

Me gustan los ambientes que fabricas y me encantó esa forma de vida del loco.
(Mi mujer tampoco me felicitó hoy por mi santo).
Un abrazo
D.

இலை Bohemia இலை dijo...

Muy entretenida tu entrada...me gustó mucho!!!!