miércoles, noviembre 24, 2010


Las tres virtudes

La mujer caminaba despacio, arrastrando los pies sobre la acera, toda su atención se centraba en el banco que estaba a unos metros de distancia. Cuanto mayor era su deseo de llegar mas lentos eran sus pasos.
Por fin llegó, dejó caer su cuerpo pesadamente y se hundió en tristes pensamientos.
El médico le había dicho. La artrosis hay que moverla debe caminar todos los días entre una y dos horas, aunque tenga que sentarse a descansar de vez en cuando. Ya verá como pronto se encontrará mucho mejor, la marcha tonifica el corazón y consuela el alma.
Desde ese día había empezado a caminar todas las tardes. Nada mas comer salía a pasear, cuando el sol invernal más calienta. A esa hora había poca gente por la calle, los niños aun estaban en los colegios. Se sentía mejor sin que nadie observara su torpeza.
Pero, ¿Para qué? -se decía- ¿para qué tanto esfuerzo? Si estaba sola ¿a quién podía importarle? Parecía que el cansancio en lugar de disminuir se iba acumulando día tras día.
Ella tenía fe en su medico, confiaba en su sabiduría y estaba dispuesta a seguir por el camino que él la indicara, también tenia la esperanza de sanar o al menos de detener los efectos de la enfermedad. Pero la caridad, la caridad le faltaba, la caridad consigo misma. !qué difícil amarse a una misma! sin proyección en los demás, sin prójimo al que amar como a ti mismo. Había que desdoblarse hasta el infinito, convertirse en la madre, la hija, la hermana, la amiga para amarse, para cuidarse, para protegerse... la tristeza se agolpó en sus ojos, los cerró. Sintió la tibieza del sol como el abrazo de su madre y oyó su voz como cuando era pequeña. No ofendas a Dios, no llores -decía- no siempre vas a poder satisfacer tus deseos, aprende a disfrutar de lo que Dios te da cada día. Abrió los ojos, el cielo estaba limpio la luz de la tarde teñía de rojo los edificios y doraba la corteza de los arboles, un gorrión picoteaba la arena buscando migajas, pasó un hombre hablando por teléfono, un chino fumaba a la puerta de su tienda, y la sangre corría por sus venas.
Se puso de pie y comenzó a caminar hacia el próximo banco. Sin duda ella era una mujer virtuosa.

Imagen: Piñole



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, una mujer muy virtuosa, que además tiene la capacidad de sufrir la vida.
Un abrazo, Lechucita
D.

isabel gutiérrez dijo...

Como siempre, un placer para la lectura y un momento de reflexión.

Nosotras mismas.

Un beso