miércoles, julio 20, 2011


LA NOCHE MÁS LARGA

Era el año cincuenta del siglo pasado y yo cumplía los cuarenta. Lo recuerdo muy bien, era el cinco de agosto de una tarde calurosa y seca, con olor a paja y a resina, se masticaba el polvo y el canto de las cigarras era el eco de nuestra tristeza.
Todo era negro en esos días, no cabían los matices, negro el vestido, el pan y nuestros dientes, la penumbra del cuarto, el fogón y las letrinas. El blanco para vestir los santos para nosotros el negro, tajante como las despedidas.
Besé sus mejillas y contuve las lágrimas.
- Volveré rico, madre, ya verá cuando regrese.
Caminó decidido con una bolsa ligera sobre el hombro. Me quedé mirando hasta que se disolvió en el horizonte y mucho más hasta que la noche lo cubrió todo.
El gato se restregó contra mis piernas, el perro que le había acompañado un trecho volvió sobre sus pasos, la gallina picoteó mis uñas. Sequé la lagrima rebelde que rodaba hacia el suelo y me senté a la puerta de la casa a esperar que regresara el alba.

Imagen: Magritte

3 comentarios:

Rocío Romero dijo...

Fortunata querida, me encantó la descripción en blanco y negro. Excelente. Nos has plantado en la época con dos pinceladas (lo habría adivinado sin haber leído el principio ;-)
Me gustó mucho, guapa, un beso

Anónimo dijo...

También a mí. Linda historia ficticia pero tan real. Aunque no me identifique.
Un abrazo
D.

mentecato dijo...

Bravísimo.