Amanece, una suave claridad se filtra por la persiana a medio bajar, esta habitación está orientada hacia el norte no podré ver los rayos de sol avanzar por la pared como aquellos días de primavera, en los que el calor de su cuerpo y la suavidad de su piel me despertaban, abríamos los ojos para cerciorarnos de que estábamos, y ceñíamos el abrazo con mas fuerza.
El sol primero se posaba sobre la lamina de Zobel, manchas doradas y ocres como un fogonazo de tibieza, le gustaba besarme los ojos o ¿era yo la que se lo pedía? me cegaban sus besos...
Cuando la luz volvía a llenarlos el sol iluminaba una balda sujeta por unas cintas de cuerdas, éramos pobres e ingeniosos esos días, sobre ella una pequeña escultura de barro que yo había hecho con mis manos y que él había pintado con colores brillantes recordando las esculturas de Dubuffet que tanto nos gustaban. Su piel era tan caliente, imberbe y tan fina que a ratos pensaba abrazar a una mujer y eso me turbaba extrañamente...
El sol había que espiarlo, saber cuando se posaría sobre los lomos del poemario de Octavio Paz o Los Cronopios y las Famas de Cortazar, para poder seguir sintiendo sus labios gruesos y ávidos de mis labios e investigar su lengua, sus dientes y pasear por las encías, me emborrachaba su saliva....
El sol ya había llegado a la mesa con los lápices, las reglas, las pinturas, los bocetos para el próximo cuadro. Avanzaba deprisa como sus manos por mi espalda practicando las escalas que me hacia gemir como a su oboe, llevándome de los agudos a los graves sin descanso, y luego venia el Adagio suave lento penetrante...
Avanzaba el sol hasta llegar al piano cuando sus dedos investigaban mis secretos....
!Te quiero! me decía y yo: !Amor! , y suspiraba, si no nos damos prisa llegaremos tarde a clase, el sol ya está en la puerta.
1 comentario:
Mágico, lírico y sensual.
Abrazos
D.
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