lunes, mayo 14, 2007












VIDA
de CARACOL

Empezó a empaquetar las cosas, no era la primera vez. Tenía que caber todo en la mochila. No había problema, estaba acostumbrada. Aprovechó cada rendija para guardar las cosas más pequeñas. Estiró las prendas para que saliera todo el aire y ocuparan el menor sitio posible. Las cosas, que sin duda ya eran inútiles, quedaron esparcidas por la habitación. Se echó la mochila al hombro, pesaba, cogió dos bolsas pequeñas de mano que ya tenía preparadas. Salió dejando que la puerta se cerrara sola. Bajó las escaleras en la oscuridad, con cuidado, tanteando los escalones para no caerse.

Cuando llegó a la calle, sintió el fuego que venía del asfalto, le ardía la piel, no podía soportar tanta sequía. Caminó, durante bastante tiempo, lentamente bajo el peso de los fardos. La calle estaba en penumbra. Se detuvo en un banco. Abrió la bolsa y rebuscó entre los libros. Finalmente dejó los más gruesos y leídos.

Siguió, la calle estaba silenciosa, sus pisadas sonaban tenues, el peso de las bolsas, era abrumador, le dolían los brazos. En una plaza, junto a una fuente medio seca, paró. Dejó las bolsas, en el suelo, segura de que todavía había muchas cosas innecesarias, hurgó dentro de ellas. Un álbum con fotos de la familia, personajes que se confundían unos con otros. La agenda de teléfonos, prácticamente inservible, no recordaba a quien pertenecían esos nombres. El calor no aflojaba pese a la oscuridad, se echó un poco de agua por la cara, se mojó la nuca y las muñecas, bebió un poco.

Avanzó nuevamente como pudo, arrastrando los pies bajo el peso de los bultos, fue dejando atrás los lugares conocidos, la oscuridad era cada vez más profunda. El dolor de los brazos y la espalda, empezaba a ser insoportable. A lo lejos vio un árbol, aunque era de noche, se sentó a su sombra. Abrió nuevamente las bolsas. Fue sacando toda la ropa hasta dejar sólo una muda y un par de zapatos, del resto de los objetos tan solo dejó un libro, un cuaderno y un bolígrafo. Lo amontonó todo en la mochila y abandonó allí las otras bolsas. Descansó un rato, lo justo, para reponer un poco las fuerzas. Enseguida se irguió, y siguió caminando.

A lo lejos, entre las brumas del amanecer, se podía ver el final de la ciudad, la llegada de la aurora venía acompañada de un poco más de frescor. Cogió fuerzas, apretó el paso. Pronto llegó al campo. Atravesó unos cuantos sembrados antes de llegar a un arroyuelo donde pudo mojarse, y recuperar un poco la presencia. Sus sentidos se abrieron, olfateó el aire. Sintió un ligero temblor en la tierra, un rumor aleteó en sus oídos, un olor de grasa y gasolina inundaron sus papilas olfativas. No muy lejos debería estar una carretera. Reanudó el paso, no tardó en encontrarse en una carretera transitada por camiones, uno tras otro la fueron llevando sin demasiados tropiezos, su fuerza y decisión eran más fuertes que las frustraciones de ellos.

Finalmente se encontró, un amanecer, en una ciudad cubierta por la niebla, algo en su interior la impulsó a quedarse por un tiempo. Quizá era sólo por el cansancio, la falta de dinero, o la humedad del ambiente que la hacían renacer.
Se instaló en una pensión barata, cerca del río, un río turbio por el que transitaban barcazas llenas de fardos. No conocía la lengua que se hablaba, pero dominaba otras que le permitían manejarse. Aceptó un trabajo mal pagado. No hizo amigos, tampoco los quería. Llovía intensamente, era feliz.
Por un tiempo sintió todas sus necesidades cubiertas. Tenía comida y la humedad suficiente. Paseaba por las noches en la bruma. Se hinchaba, se sentía feliz. Apenas necesitaba nada. Cuando tuvo el dinero suficiente para vivir una temporada dejó de trabajar, dormía durante el día y paseaba por las noches, se alimentaba solo de vegetales.

Al cabo de un tiempo observó un hombre que, como ella, paseaba en la oscuridad, le veía en los canales, en los puentes, donde la vegetación era más espesa, empezaron por lanzarse miradas, luego vinieron los roces fortuitos al cruzarse, más tarde encontronazos intencionados en los que los pechos se chocaban, empezaron a buscarse, iban desnudos debajo de los gabanes para facilitar el contacto de sus cuerpos húmedos y gelatinosos, se pegaban el uno al otro hasta formar una unidad, miméticos con el entorno, nadie se percataba de ellos, durante el día permanecían separados en sus cuartos esperando la noche para verse, los días se hacían mas largos y las noches se acortaban, la separación cada vez mas larga la desasosegaba.

Un día no apareció, y luego otro y otro. Había dejado de llover. Se sentía mal, empezó a vomitar unas masas blancas redondas envueltas en gelatina espesa, que fue dejando por parques y jardines, entre las piedras, debajo de las hojas.

Se sintió débil y exhausta estaba cada vez más delgada, supo que nunca mas le vería y que era tiempo de partir. Intentó empaquetar sus cosas, no tenía fuerza y la noche no llegaba. Se tumbó a esperar, se durmió profundamente, un calor seco la rodeaba, tenía una fiebre altísima intentó abrir los ojos para buscar agua pero no pudo. Todavía era de día. Cayó en un sopor del que no recuerda haber salido.


6 comentarios:

mentecato dijo...

¡Bellísimo!

Un abrazo.

Jobove - Reus dijo...

irreverent, iconoclastic, ecléctic e liberty

http://telamamaria.blogspot.com in Catalonia - Spain

thank

Margot dijo...

Jo, qué triste y qué bello y qué descripciones que terminan por llenar todo lo que ella vaciaba...

Ufffff.

Besosssss sin sequía.

Meigo, aprendiz de Druida dijo...

Asi es la vida partmos con una mochila llena de cosas imprescindibles. Van quedando, las vamos abandonado en el camino...
Precioso tu texto. Enhorabuena.
Besos y rosas

david santos dijo...

Please, it puts fhoto of Madeleine in your Bloggue

Missing Madeleine!
Madeleine, MeCann was abduted from Praia da Luz, Portugal on 03/03/07.

If you have any information, please contact Crimestoppers on
0800 555 111

Please Help

TORO SALVAJE dijo...

Fortunata, te acabaran publicando si tú quieres.

Es buenísimo.

Te felicito.

Besos.