jueves, julio 15, 2010


LA MAREA ROJA

El verano había llegado con fuerza, sus tentáculos de calor alcanzaban todos los rincones del país, nadie podía escapar de sus efectos. Una noche, de las muchas que no podía dormir, salí a la calle, paseé durante horas por ver si el cansancio vencía el sueño, cuando llegué a la casa me dí una ducha de agua fría y así desnudo y mojado me tumbé en la cama bajo la pequeña brisa del ventilador de techo. Dormí, pero cuando desperté, bañado en un sudor espeso, mi cuerpo ardía, me dolían todas las articulaciones y me pesaba la cabeza, apenas podía abrir los ojos. Como pude me fui al baño y me sometí a una nueva ducha de agua helada, bajé la persiana y me eché de nuevo. El ronroneo de las aspas del ventilador me adormecieron.
Era pasado el mediodía cuando volví a despertarme, recordé que era domingo y que esa noche era la final de los mundiales. “España-Holanda”
Cuatro años atrás estaba en Amsterdan cuando se celebraron los mundiales del 2006, jóvenes vestidos de naranja con gorros y vasos de cerveza recorrían las calles, los canales y las barcas estaban adornados con guirnaldas naranjas, había un espíritu festivo y en todas partes colgaban banderines y balones, y ¿cómo no? todo siempre de naranja. Ahora estaba en España el color de la selección era el rojo, las banderas colgaban de los balcones, adornaban los parabrisas de los coches, gorros, banderines, camisetas y vestidos rojos llenaban las calles en estos días. Los ayuntamientos de todas las localidades habían puesto pantallas gigantes en las plazas mayores, y los bares disponían las sillas como si fueran cines cada vez que había un encuentro de la selección. Hasta ahora me había reunido con mis amigos en un bar enfrente de la playa llamado “La Chirigota”, el dueño había puesto una pantalla gigante fuera y podíamos ver los partidos bebiendo cerveza, comiendo patatas bravas y pescadito frito con la brisa del mar refrescándonos.
Me tomé la fiebre, los cuarenta y algo de mi cuerpo competían con los cuarenta y tantos que había fuera, las sienes me palpitaban parecía que alguien bombeara mi cabeza, al caminar hacia la cocina sentía como agujas finas se clavaran en todo mi cuerpo, bebí un vaso de leche y tomé dos aspirinas. Nuevamente caí rendido sobre la cama esperando que estuviera bien para la hora del partido, apagué el ventilador y me tapé con una sabana, pronto empecé a traspirar y volví a los sueños confusos llenos de cabezazos, patadas y pitidos.
Sonó el teléfono.
- ¿Qué haces? ¿por qué no vienes? el partido ya ha empezado.
- ¿Cómo vamos?
- Cero – cero , los holandeses no hacen mas que repartir leña. Pero, tú ¿dónde estás?
- En la cama creo que estoy enfermo
- No digas estupideces, hoy nadie puede ponerse enfermo, tomate dos aspirinas y vente
- Ya llevo dos y la fiebre no ha bajado.
- Pues te tomas otras dos y vienes
- Te haré caso, enseguida llego.
Me duché, esta vez con agua mas templada, busqué ropa roja en el armario y me la puse. Fuera no se oía nada. ¿Y si Holanda ya había marcado? Me tomé otras dos aspirinas y metí el resto en el bolsillo. Quería correr pero apenas conseguía arrastrarme por la calle. Caminé un poco por la avenida, estaba desierta, torcí a la derecha hasta llegar al paseo marítimo, el bar en el que nos reuníamos estaba mas allá de la playa de la Victoria tendría que caminar un rato todavía. Todo estaba quieto hasta el mar había dejado de mover las olas. Me preguntaba qué estaría pasando. Me cruce con una señora que paseaba a su perro, mas allá una muchacha intentaba dormir a su bebé moviendo el carrito de un lado a otro, no me atreví a preguntarles. Escuché aplausos y vi gente que botaba, me acerque al grupo.
- ¿Han metido un gol?
- Una parada de casillas
- ¿Cómo van?
- Cero a cero
- ¿Cuánto falta?
- Acaba de empezar el segundo tiempo
Ahora por lo menos soplaba algo de brisa. Seguí caminando, tenia que darme prisa si quería ver algo. !!!Gol!! En un bar un grupo saltaba de sus sillas y caía abatido de nuevo en sus butacas.
Falsa alarma.
!!!España!! !!España!! gritaban los aficionados en otra de las terrazas intentando animar a la selección en la distancia. Según avanzaba el paseo se veía mas animado, unas mujeres sentadas sobre el murete hablaban pendientes de lo que se veía dentro de los bares, algunas paseaban a sus perros. Llegué a la zona donde se ponen los vendedores ambulantes, puestos llenos de bolsos de tela, collares de madera, adornos de macramé, abanicos, gorros de paja, gafas de sol, pendientes de hojalata, cinturones de cuero... Algunos vendedores de piernas largas y piel muy oscura estaban en mitad de la calle con un ojo en el puesto y el otro en la televisión, otros escuchaban la radio vibrando con cada suspiro del locutor, dando saltos en cada actuación del portero, pendientes de la cabeza de Puyol o de los movimientos de Villa. Los minutos pasaban y nada en los marcadores parecía moverse ¿Terminaría resolviéndose todo a penalties?
- ¿Por dónde vamos?
Mis amigos no parecieron darse cuenta de mi presencia, finalmente uno dijo.
- Cero-cero y en la prorroga
Entonces, pasó lo que tenia que pasar, Iniesta no desaprovechó la ocasión.... Todos saltaron !!!Gol!!! !!!!Gol!!! sin atreverse a despegar la mirada de la televisión faltaban cuatro agónicos minutos todavía. Temíamos derrochar nuestra alegría antes de tiempo. Después de una espera que resultó interminable el arbitro pito el fin. Entonces comenzaron, los besos, los abrazos, los aplausos, los bocinazos, los gritos de !Campeones! !España! !Todos a Puertatierra! En la televisión los jugadores, los reyes, el entrenador, los príncipes y todos los espectadores saltaban de jubilo, los reporteros no podían contener su emoción desbordada.
Comenzó la procesión, muchachos y muchachas ondeando banderas la encabezaban, seguidos de gordos y flacos, niños y viejos, solteros y casados, ricos y pobres, de derechas y de izquierdas, nacionales y emigrantes, nobles y plebeyos, todos por un instante unidos por un sentimiento común de alegría, contagiados aficionados y no aficionados. Caminamos arrastrados por la marea roja de felicidad. !Un momento histórico! decían unos !Por primera vez en España! explicaban otros,. !Soy español! clamaban con orgullo muchos. !Campeones, campeones! gritábamos todos. Los coches daban vueltas subían por la avenida hasta llegar a la fuente y eran desviados por la paralela para que de nuevo hicieran el circuito, ondeando banderas, tacando los cláxones y gritando !Campeones, campeones Oe, oe, oe....!
Yo me sentía invadido por la fiebre roja, el malestar se había esfumado, grité, abrace, besé y bailé toda la noche.
Cuando volví a tomar conciencia de mi mismo eran las tres de la tarde del día siguiente, los jugadores bajaban del avión y comenzaban su periplo por Madrid... las imágenes de los sueños se mezclaban con las imágenes que difundían en las noticias, el toque amargo de las cincuenta personas que morían en Uganda mientras miraban el partido, el baño en olor de multitudes de los jugadores....
Dormí y soñé durante dos días, cuando volví a la vida cotidiana el aire de poniente había enfriado el ambiente y borrado las huellas de la marea roja, el mar volvía a su trajín de olas con subidas y bajadas de mareas azules como el cielo. Y nosotros a ponernos nuestros vestidos de adjetivos calificativos que tanto nos distancian.


Imagen tomada de google

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lindo relato de vuestra victoria.
Un abrazo
D.

mentecato dijo...

¡Bravísimo!