miércoles, agosto 11, 2010


MARIQUILLA BONITA

Marquilla Bonita se sentó a la fresca en el patio interior de las viviendas, hacia un calor espantoso, un bochorno insoportable, sudaba por todos los poros de la piel.

¿Dije que se sentó a la fresca? Perdonen, me equivoqué. Se sentó a la puerta de su casa, en una silla de enea bajita como hacían las mujeres antes. Se sentó esperando que pasara una pizca de aire, pero el aire no corría, ni lento ni rápido, allí no se movía ni una hoja.

Mariquita Bonita había bajado con una bata de flores, sin mangas y un escote pronunciado, sueltita, para que el aire circulara con facilidad entre los pliegues, el aire que se daba con el abanico,un abanico rojo pintado a mano con flores verdes. No había forma, Mariquita Bonita sudaba. Unas gotas saladas recorrían su piel, se deslizaban por la frente, por la espalda, por el canalillo y las pantorrillas. Ella paseaba el abanico por todas partes, levantaba la falda y lo agitaba con fuerza entre las piernas. Parecía que por momentos eso la aliviaba pero en cuanto paraba los gruesos goterones se deslizaban nuevamente.

En el patio no había nadie, miró hacia las ventanas y todas estaban apagadas. Marquilla Bonita se quitó los zapatos y apoyó los pies sobre la acera tibia, después se quitó la batita que llevaba y después también el tanga y se quedó allí sentada , desnuda, con la piernas abiertas, los brazos separados, abanicándose. Primero con la mano derecha y luego con la izquierda, de arriba a abajo, por el pecho y por la espalda.

Marquilla Bonita se pensaba la única despierta a esas horas de la noche. Se equivocaba, porque aunque el aire acondicionado tapaba los ronquidos de la mitad de las casas, y casi la otra mitad estaba de vacaciones, estaba el “casi” que tampoco dormía. El “casi” era un joven que estudiaba astrofísica y pasaba las noches mirando el cielo. Cuando vio a Marquilla Bonita desnuda, con la piel tan blanca, reluciendo en mitad del patio, le pareció que una estrella había caído allí para su contemplación. El movimiento de los brazos al abanicarse le fascinaba de tal forma que no podía separar los ojos.
Marquilla Bonita ejecutaba una danza celestial, levantaba piernas, movía manos, y parecía girar como una peonza. El astrofísico sintió la necesidad de desnudarse, se quitó la camisa y el pantalón de su pijama, sacó los pies de las zapatillas y así, desnudo, fue a juntarse con la estrella.
A Marquilla Bonita no pareció sorprenderle la presencia del muchacho al que acogió en la brisa de su abanico y comenzó a envolverle con precisos movimientos a los que él se acoplaba con mágica naturalidad.

El otro “casi” que no dormía era yo, un viejo sesentón, abotargado por el calor, que intentaba combatirle con duchas de agua fría, me mojaba con agua helada y dejaba que las gotas se evaporaran. No se evaporaban, eran sustituidas por otras ardorosas que venían de mi cuerpo. La contemplación de Mariquita Bonita primero, y del joven astrofísico después, me hacían hervir la sangre. Cuando les vi danzar creí enloquecer. Ambos eran de una belleza sin igual, la piel blanca de Mariquita Bonita armonizaba con la oscura del astrofísico, los dibujos que trazaban en el aire sus piernas y sus brazos recordaban los cuadros de op-art. el nacimiento de la danza moderna. En un momento el calor, el sudor y el abotargamiento dejaron de importarme, el placer físico se mezclaba con el placer estético, la belleza de la imagen que contemplaba me hacían gozar mas que los escalofríos que subían por mis piernas y estallaban en mi cabeza, la boca se me hacia agua, los ojos se inundaban de lágrimas, me zumbaban los oídos, un quejido salió de lo mas profundo de mi garganta, no sé si ellos me oyeron por que caí al suelo estremecido y medio desmayado.

Cuando desperté la mañana clareaba, busqué sus cuerpos brillantes y sudorosos en el patio pero allí no había nada.

Imagen: "Zebras" Vasareli (op-art)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bonito. Algo le tocó al viejo.
Mariquita bonita era una canción que de niño escuchaba en la voz de Leo Marini. Además de tu relato me trajo esos recuerdos.
Un abrazo
D.

isabel gutiérrez dijo...

Qué bien escribes.

Besos de dos cansequinas.

mentecato dijo...

Una buenísima ambientación e historia. Me gustan tus textos. Me llevan a ámbitos muy familiares que he visto en mis sueños.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Qué preciosa historia, Fortu!!