lunes, septiembre 20, 2010


LA VENDIMIA

3.- La Madre.


Desde que habían terminado la vendimia recorría cada noche las calles para buscar a Josue en la taberna. La prohibición de no vender alcohol a los menores era puramente indicativa, uno dejaba de ser niño en cuanto llevaba vida de hombre, y Josue ya había pasado su bautismo. Los años anteriores había estado con las mujeres mayores y los niños preparando los cajones de la uva de mesa o llevando el almuerzo y el agua a los trabajadores. Pero este año había trabajado como un hombre, recogiendo los cestos de uva y llevándolos al camión.
Caminaba callejeando, esquivando los vecinos,por las calles mas oscuras. La taberna del “huito” estaba a pocas manzanas de su casa, era una taberna antigua, oscura de techos bajos y vigas de madera, de hombres aburridos de verse una y otra vez las caras.
La llegada de los jornaleros emigrantes era siempre un revuelo. Por esta zona las que mas gustaban eran las mujeres del Este, mas limpias, mas trabajadoras y calladas. Los hombres también eran fuertes y mas disciplinados que los que venían de África. A los oriundos se les iban los ojos detrás de estas mujeres altas, muy blancas, de cabellos rubios y ojos claros. Las rondaban como moscardones hambrientos pero ellas preferían a los de su propia raza, se juntaban entre ellos y hablaban en su lengua. Cuando se iban dejaban un halo de tristeza y frustración que era palpable en la taberna, los hombres bebían y gritaban más durante la primera semana. En las casas las mujeres respiraban aliviadas, a alguna ya le había pasado que el marido la había abandonado por una de ellas y había vuelto a la casa después de un año mas pobre que antes y con el rabo entre las piernas.
Ahora Josue, también en esto, se había bautizado. Bien le había visto ella rondar a “La Polaca”; iba a ver su cesto mas veces de las necesarias, se quedaba mirándole las nalgas o los pechos sin ningún pudor mostrando su deseo.
“La Polaca” no parecía hacerle mucho caso, no hacia caso a nadie. Parecía preferir meterse en sus asuntos. Como trabajadora era fuerte y delicada, sus manos eran ágiles, diestras con las parras. cortaba con cuidado los racimos y los depositaba suavemente en la cesta procurando que no se machacaran.
Aunque su marido fuera el que distribuyera el trabajo, condujera el camión y controlara las faenas de la tierra, ella tenia que estar pendiente de todo: de que las comidas estuvieran apunto, la casa de los jornaleros arreglada, disolver las tensiones que se creaban entre la gente y ayudar donde se necesitara. Donde no llegaba el ojo de su marido llegaba la mano de ella.
Terminada la vendimia ella tenia que ocuparse de que la casa tomara nuevamente el rumbo hacia el invierno. Los hijos mayores debían ir a la capital de la provincia a terminar sus carreras, y el pequeño !su pequeño Josue! tenia que terminar la escuela. Ella tenia planes para él, quería que estudiara medicina.
¿Qué había pasado el día de la fiesta? Agotada se había quedado adormilada encima de una silla. Vio venir a Josue con las mejillas rojas y la cabeza gacha, subir las escaleras y meterse en su cuarto sin dirigirle palabra. Estuvo encerrado un día entero y cuando salió fue para marcharse a la taberna. Así llevaba varios días, encerrado sin querer comer apenas, y saliendo a hacerse un gallito de pelea. Demasiado joven para empezar con esas tonterías. Mejor sería que saliera a pescar o a cazar como hacia antes tomar el aire y traer algo para la cena.
Ni “ La Polaca” ni nadie iba a interponerse en sus estudios. Ya se encargaría ella.
Entró en la taberna, allí estaba él, como un pato mareado sentado en un rincón. apoyada la cabeza sobre la mano, el codo sobre la mesa. la botella medio vacía y el vaso lleno.
!Vamos Josue! ya es tarde y tu mañana tienes que ir a clase. - dijo con firmeza.
Él la siguió sin rebelarse.
Buena señal, pensó, dentro de una semana “La Polaca” y todas esas zorras estarán ya olvidadas.

Imagen: Campesina de Chirico

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sigo la historia.
D.