viernes, septiembre 17, 2010


LA VENDIMIA

1.- JOSUE

Josue estiró el brazo y se sirvió el cuarto chato de vino. La frasca medio llena estaba encima de la mesa, junto a un plato de aceitunas negras aliñadas con laurel y ajo que no habían sido probadas. Josue esperaba, pero digamoslo bien, no esperaba por que sabia que ella no iba a venir. Aun así venia todas las noches a esperar o ahogar su pena, por que la esperanza y la desesperanza llenaban la botella.

La había conocido en la vendimia, habían trabajado codo con codo, como quien dice. Ella llenaba los cestos de uva y el los llevaba hasta el camión y los vaciaba. No hablaban. Ella apenas sabia español. Por lo demás él la conocía de memoria. Observaba cada detalle de ella mientras caminaba una y otra vez a recoger el cesto. "La Polaca", como la llamaban, era una mujer alta, delgada y musculosa, unos pies firmes que se asentaban en la tierra, unas pantorrillas bien modeladas que dejaban pensar que terminarían en unos muslos bien formados y coronados por unas nalgas redondas y provocadoras que cuando ella se agachaba a recoger los racimos se elevaban pidiendo se acariciados. Las espaldas eran anchas y los pechos estaban en su justa proporción, cubiertos por una camiseta ajustada, mojada en el centro indicando el canalillo de la espalda, debajo de sus axilas también chorreaba el sudor dejando un circulo oscuro en la prenda. Cuando el estaba a punto de llegar, ella se erguía mostrando una cara redonda arrebatada y sudorosa, el pelo dorado y lacio lo recogía en una coleta dejando que algunos cabellos mas cortos se esparcíeran formando un halo alrededor de su cabeza. Entonces ella le miraba con unos ojos azules transparentes en los que era difícil leer sus emociones. ¿Podía leer ella la pasión en sus ojos? ¿el deseo insoportable de su cuerpo? Intentó varias veces caerse sobre ella disimulando un tropiezo, pero sus brazos fuertes le sujetaron siempre manteniendo la distancia.

Fue la última noche, cuando ya no quedaban uvas en la parra, cuando se celebró la fiesta en el claro de la casa, una luna medio llena iluminaba un cielo cuajado de estrellas. Habían bebido mucho, todos mucho. Habían bailado hasta caer extenuados sobre la tierra caliente. Aunque eran casi las cinco aun faltaba más de una hora para el alba. "La Polaca" se había tumbado en un lugar alejado de la casa bajo un olivo de grueso tronco y ramas vencidas por el peso de las aceitunas. Josué la siguió, y se tumbó junto a ella llevaba un vestido de tela fina que se ajustaba al cuerpo y terminaba en una falda amplia que al tumbarse dejó ver su piernas. Josue comenzó a acariciarlas, ella adormilada y bastante borracha no se quejaba. Él subía las manos con desesperación, abrió su bragueta y se tumbó sobre ella, al sentir el calor del cuerpo de la mujer un estremecimiento le recorrió y se derramó sobre sus piernas. Ella le retiró con firmeza y le dejó tumbado boca arriba con su sexo flácido asomando en la boca de la cremallera.
- ¿Qué has hecho Josue? !Me has manchado la falda! - dijo. Y se fue riéndose de él.
Él medio inconsciente se quedó dormido bajo el árbol.

Ya llevaba seis chatos cuando vio a su madre que venía por la calle, entró directa al bar, y se plantó delante de su mesa.

- !Vamos Josue! ya es tarde y tu mañana tienes que ir a clase.

Imagen: La vendimia de Joaquim Mir

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mi juicio lo mejor de tus relatos son las descripciones de los vestuarios y de las comidas, son excelentes. La descripción de la polaca también es muy buena. El drama sube en interés hasta que llega el final, que suena medio tragicómico.
Un abrazo
D.